Lo que hemos vivido este sábado en Las Palmas de Gran Canaria ha sido una noche de auténtico atletismo, del que se escribe con mayúsculas. Porque no nos engañemos, atletismo no es (solo) dar vueltas a una pista de tartán una vez cada cuatro años, atletismo es toda esa historia de superación que hay detrás de cada uno de los corredores que se dan cita en cualquier carrera. Hoy he visto a mucha gente correr, pero sobretodo he visto a mucha gente disfrutar. He visto señoras llorar de la emoción al cruzar la línea de meta, caras de felicidad en gente joven al completar su reto, gente con problemas musculares esforzándose por llegar a meta y a la inmensa mayoría con ganas de repetirlo. Además todo esto ha pasado aquí, en plena ciudad y con las calles llenas de gente, con un ambiente que hace mucho, mucho tiempo que no se veía.
Por supuesto nada de esto ha sido casualidad, es el fruto del trabajo bien hecho, de ese que no abunda en casi nada hoy en día y que tanto se echa de menos. Desde el momento en que se presentó el evento, la idea además de ambiciosa, era un soplo de aire fresco en el calendario deportivo-social-cultural de la isla. No era sólo una carrera, no era sólo un concierto, no era sólo una fiesta, era todo a la vez y en el mismo sitio. Además, los pocos puntos problemáticos para el corredor, aunque un poco tarde, fueron solucionados en su totalidad.
Hasta hace no mucho tiempo, inscribirse y correr una carrera era una odisea. Había que desplazarse a alguna tienda perdida en algún centro comercial remoto y hacer cola para apuntarse y pagar, luego unos días antes de la carrera, había que ir a buscar el dorsal a otro sitio, probablemente a alguna oficina municipal lejos del lugar de celebración de la carrera, en un horario reducido, de un solo día y como no, soportar más colas. El día de la carrera además había que luchar por un sitio en la salida acorde a tu nivel en carrera, esperar un retraso de media hora (mínimo) parado antes de salir y sufrir por un circuito desangelado en alguna urbanización industrial o parking y en la meta, ya sin aliento, quitarte el chip (si con suerte los habían contratado) a toda prisa para volver a hacer cola y poder beber algo de agua en el avituallamiento post-carrera.
La LPANightRun ha demostrado que se pueden hacer las cosas de otra manera, con previsión y con la escala correcta. Desde el punto de vista del corredor, la sensación ha sido de una fluidez absoluta, de perfecta organización y de que cuando se quiere, las cosas no sólo pueden hacerse bien, sino muy bien.
La carrera empezaba a las 20:30 por lo que algunos amigos quedamos a las 19:30 para echarnos unas risas y picarnos un poco antes de empezar a calentar. Aparqué en el muelle deportivo para dar un paseíto de 15 minutos que viene de perlas para empezar a palpar el buen ambiente que luego habría. Al entrar en el guardarropa ya notamos que ésta, no es una carrera cualquiera, hay mucha gente pero no hay absolutamente nada de cola. Dejo las cosas, me visto “de faena” y vamos al “encuentro”. Cualquiera que sepa algo de fotografía, sabe que poca luz y gente en movimiento es el talón de Aquiles de cualquier cámara y si es un móvil mejor ni hablamos, a las pruebas me remito:
Un poco de marujeo runneril y quince minutos más tarde ya estábamos calentando, habiendo pasado por el baño a soltar el lastre convenientemente. Tener toda la recta del muelle de los cruceros para calentar es un lujo y si además está 100 metros de la salida parece perfecta. El único punto negativo de la noche aparece cuando a José Lobillo le salta la alarma en la rodilla durante el calentamiento. Muchos días de entreno y haber corrido la Behobia – San Sebastián hace menos de siete días seguro que tienen algo que ver. Con un poco de suerte se quedará en un susto y en perderse sólo esta carrera. ¡Ánimo Lobillo!
Llamada a corredores y acceso al cajón verde (el primero) que se ha delimitado hasta 4:30 de ritmo. Otro acceso más sin colas, con mucho personal dirigiendo a la gente a sus respectivos cajones y además repartiendo reflectantes (creo que había unas pulseritas fosforito, pero no pude pillar ninguna, damm it!). El cajón es muy amplio y se forma un círculo grande de corredores donde giramos como caballos para no enfriarnos. El mismo arco de salida es a su vez una pantalla gigante y unos minutos antes de salir nos ponen el milqui de España, esto es, el milqui de Fermín Cacho en Barcelona ’92, que nos alienta con su discurso a escasos segundos del disparo.
Se da la salida con puntualidad inglesa y aquí pasa lo de siempre, los sprinters a lo suyo para morir en el kilómetro 0.8 (en serio tíos, hacéroslo mirar) y poco a poco la serpiente bicolor (sin necesidad de obligatoriedad) se va estirando. La zona portuaria suele ser bastante fea para el corredor, pero yo la sentí llena de gente, quizá fuera el estrés de la salida o el número de participantes. Con el pelotón estirado en el primer kilómetro cojo la estela de la que más tarde sería vencedora de la categoría femenina.
Pasamos Belén María y antes de girar a Albareda una vecina nos grita por la ventana que la Unión Deportiva Las Palmas va ganando 3-1, cojonudo. Ya en Albareda la fila de corredores empieza a dividirse en grupos y me tocan por detrás: ¡Es Iván! (podéis leer aquí su crónica de la carrera).
Vamos por el kilómetro tres (3:36 – 3:39 – 3:40) y estoy bien, pero creo que puedo buscar una media de 3:35, cambio el ritmo y dejo al grupo. Entro en la avenida de Las Canteras sólo y tras alguna curva veo a un grupo de tres corredores. Solo llevo cinco kilómetros y en Las Canteras el viento es favorable, lo aprovecho y dejo también a esos tres corredores, a partir de ahí haría sólo el resto de la carrera.
Damos la vuelta en el Auditorio y pasamos la única zona desfavorable de la carrera: la calle Pavía y Castillejos. A estas alturas se hace muy duro mantener el esfuerzo y hago el peor kilómetro de la carrera (kilómetro 8 en 3’50”) pero en seguida enfilamos Mesa y López. Esta calle es un falso llano descendente, está llena de público, muy iluminada y quedan sólo dos kilómetros. Las rotondas de la Plaza de España y del Arsenal pasan muy rápidas (dos últimos kilómetros en (3’33” y 3’17”) y en este momento no sé si viene alguien detrás, ya que hace tiempo que pasé al último corredor, así que entre un sprint final y un cambio de ritmo fuerte, prefiero lo segundo.
Cruzo en solitario la línea de meta en 36’11” haciendo el 16º de la general, 50” de desventaja con el 15º y 18” sobre el 17º. Con esta marca me he quedado a sólo 20″ de mi MMP, lo cual era impensable hace un mes, así que estoy contento con el resultado. Por otro lado pienso que podría haber rendido mejor con una salida en mejor posición y habiendo enlazado con alguno de los grupos que me precedieron, hacer la mitad de los diez kilómetros sólo no es lo mejor para hacer marca.
En la llegada se confirman todos los pronósticos, no hay prisas para devolver el chip, hay mucho espacio para “enfriarse” y bajar pulsaciones. Una vez entregado el chip te obsequiaban con un impermeable (fosforito, como no) co-jo-nu-do para entrar en calor y delante nuestra, el mejor avituallamiento post-carrera que jamás haya visto en una prueba de asfalto. Agua e isotónica en vasos, frutos secos de todos los tipos (y convenientemente separados) barritas energéticas, frutas, chocolates en onzas, barras, tabletas, todo tipo de chuches, botellas de agua… El paraíso del corredor.
Acabada mi carrera, paso al modo espectador y lo que observo en todos los que llegan es lo mismo que he visto por mi mismo, caras de felicidad, pero no de cualquier felicidad, sino de aquella que te has ganado con tu sufrimiento y constancia, la gente llega emocionada, muchos doloridos, algunos caminando, es la fiesta de la superación y todo el mundo va muy contento.
A partir de ahí la marea va llegando y me quedo a animar como el qué más, probablemente el punto que menos me ha gustado de la carrera ha sido la ausencia de vallas y más iluminación en toda la recta final adoquinada.
Conclusiones:
La ciudad se merecía una carrera como esta, al servicio del corredor, disfrutable en todos y cada uno de los puntos posible. Desde el formulario de inscripción a la publicación de los resultados todo ha salido de diez, entrega de dorsal rapidísima y sin colas, ambiente de noche grande y con mucho público en casi todo el circuito, todos los cruces muy bien señalizados, muchísima presencia policial para dar seguridad al corredor, cajones muy bien resueltos y además todo con máxima puntualidad ¿qué más se puede pedir?
Pues como siempre se puede pedir más, aquí está mi granito de arena para mejorar en lo posible la siguiente edición (que ponemos la cuenta atrás desde ya)
- Más cajones de salida: 4’30” el más rápido es un poco lento para un evento de 3000 personas y con una curva nada más salir. Un cajón de menos de 4’00” es necesario para la próxima.
- Luz y vallas en toda la recta de llegada: el público tiende a cerrarse y era complicado ver a los “compis” llegar, unas vallitas hubieran quedado bien, impiden que la gente (sobretodo niños) se crucen y además se elimina el efecto Tour de Francia donde el público se va cerrando y hacen de embudo al resto.
- Puntos kilométricos estratégicos marcados, no hace falta señalizarlos todos, pero los múltiplos de cinco sería un buen detalle.
- Que corra Manuel Robaina
Desde aquí felicitar a todos los que han hecho posible este gran evento, especialmente a DG Eventos y al Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria por ponernos una gran carrera “en la puerta de casa” así como a la Policía Local, voluntarios, patrocinadores, al público que ha animado muchísimo y como no, a los 3000 valientes que han corrido, muchos por primera vez y lo que es mejor, es que no será la última…
Actualización: bastante gente comenta que los corredores de 10 kilómetros arrasaron con gran parte del avituallamiento y probablemente haya sido así, ya sabemos que el sentido común no sobra y en mucha gente impera el: no dejes para mañana lo que puedas coger hoy, una lástima.
Fotos: