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Crónica de la II Carrera de Navidad de PuertoSport

Después de una mañana algo ajetreada, bastante trabajo y tráfico navideño, pude comer a la hora prevista (las 15:00). Quizá hubiera sido mejor comer un poco antes y poder meter un poco de alimento a las 17:00, pero tengo malas experiencias comiendo a menos de tres horas de la carrera. Y tampoco nos engañemos, un 10000 no es un maratón donde cada gramo de comida cuenta. La tarde la tenia despejada, así que quise llegar con tiempo, poner el dorsal con calma (¿Por qué siempre queda torcido?) hidratarme e ir al baño las veces que hiciera falta. No quiero engañar a nadie, pero he estudiado a fondo el circuito que la organización ha dado y sigo sin entenderlo. Hasta hoy siempre creí tener buena visión espacial pero va siendo hora de revisarse las virtudes. Al llegar a las instalaciones de PuertoSport veo mucha menos gente que el año pasado, aún queda tiempo, pero todo indica que habrá menos gente. El hecho de tener la salida y la llegada en sitios diferentes, aunque cercanos, hace que la gente se disperse y da la sensación de que no hay ni dios, pero al menos los corredores iban llegando.

Son las 18:30, queda media hora para la salida y hay que ponerse a calentar. Como he ido sólo, busco el sitio para dejar la mochila con la ropa seca y las llaves del coche y… no hay. Amablemente un chico de la organización accede a poner mi mochila a buen recaudo (en la carpa que luego distribuirá las camisetas y el avituallamiento). Los últimos 50 metros (más o menos) de la llegada se harán en un campo de futbol de césped artificial y la gente lo aprovecha para calentar en blando. Yo, que no entiendo nada, salgo a la calle a pisar el asfalto, que es por donde vamos a correr los 9950 metros restantes. En el trote del calentamiento me encuentro con el compañero Iván del blog disfrutar corriendo y hablamos un rato sobre todo un poco, objetivos, las últimas carreras, tiempos, marcas… vamos, que nos quitamos los nervios del dorsal con lo que podemos.

Llaman a los corredores, allá vamos. Unas rectas progresivas son el tramo final del calentamiento. Nos avisan de ocupar puestos, pero quedan 5 minutos, algo raro pasa ¿pero… esto qué es? (a lo Matías Prats) Ah vale, era para la foto. Sale todo el mundo otra vez a calentar, yo aprovecho y me hago un 100 liso hasta al baño con descarga y vuelta incluida, ya no me muevo de la línea. Aquí están los de siempre, los que deben (los que van a hacer top 10), los que lo intentan (Top 20) y luego esos que les gusta que la gente le pase por encima, que digo yo, que necesidad tendrán de ello. En fin, resoplo, mano al crono y ¡pum!

Salimos como dios manda, los globeretes como yo (el 90%) muy por encima de nuestras posibilidades y los que saben de esto (el 10% restante) bastante por debajo de las suyas. Pero qué más da, igual suena la flauta y resulta que el ATP de tus piernas ha mutado y hoy te va a durar 40 minutos. Pues no.

Yo voy buscando liebre a la que seguir, uno es nuevo en esto, pero ya sabe quién va a morir en breve y quien te puede llevar hasta darte el hachazo en el kilómetro X. No sé si es que me siento muy bien, si es que es cuesta abajo o si la cabeza se lo está tomando con calma, pero me veo demasiado cerca y eso no me gusta. Vamos acomodando el ritmo, sigo a Iván que va suelto y está como un toro, ya se van formando gruppetos. Desde mi punto de vista, creo que va el maillot amarillo con cuatro o cinco y el que va delante nuestro con unos ocho o nueve. Nos pasan tres o cuatro corredores, de los que han empezado suave y les cojo el rebufo, al más puro estilo rata. Aquí es donde Perico Delgado dice que ir chupando rueda es muy beneficioso… si lo sabes hacer y está claro que ese no es mi caso. Siempre me pasa que sigo a un grupito, no consigo enlazar (o no quiero fundirme enlazando) pero luego les mantengo la distancia todo el rato y nunca sé si debería haber ido a por ellos y luego mantener, o seguir a mi ritmo y dejarme de historias… En fin, mi ignorancia es muy atrevida.

Los kilómetros avanzan, pero como buen informático del pleistoceno sólo puedo hacer cálculos mentales según mi crono. No quiero caer en tentaciones llamadas GPS, podómetros o cualquier otra cosa del estilo. Al acercarme a la línea de salida (después de la cual se hace un giro de 180º, ya tengo referencias visuales de lo que me sacan los de delante y a cuanto tengo a los de detrás. Ahora bien ¿Para qué quiero esa información? Si pudiera ir más rápido ya lo estaría haciendo, que uno va a por marca personal y no a por ningún puesto. Me cruzo con Roberto Dámaso, que debe ser el tío con mejor humor sobre el asfalto en plena carrera que jamás conocerá nadie (también lo tiene fuera de la carrera, que conste) me anima y hago lo mismo, o más bien lo intento porque creo que no me he oído ni yo. A estas alturas ya vamos por mitad de la carrera.

Una vuelta más y suena el precioso “tilín tilín” de la campana al grito de: “última vuelta”. No tendría mayor trascendencia si no fuera porque el término “vuelta” en un circuito que tiene forma de U, donde se sale de el borde derecho se gira 180º en el borde izquierdo, y la meta está en la base, no tiene mucho sentido.

Aquí empieza mi periplo de las últimas carreras, al llegar a las tres cuartas partes del recorrido, me entran unas ganas tremendas (pero tremendas) de ir al W.C. y no para hacer pipí precisamente. Lo llevo realmente mal y se me pasa por la cabeza tirar la toalla. Afortunadamente, sé que me durará unos tres minutos y se me pasará (como finalmente acabó pasando) pero tengo que acabar con este problema.

Quedan unos tres kilómetros, a unos 100 metros delante tengo a un grupo de unos cinco corredores, y el último parece que va haciendo la goma. Por detrás… ya tengo bastante con mirar pa’lante. Me lo pongo por objetivo y tras un nuevo giro de 180º voy a por él. Lo doy todo, me vacío y me voy a acercando. Voy a fondo, no doy más de respiración. Poco a poco me acerco, pero no voy a llegar, cuando el grupo de delante pasa por el puesto de la campana ¡NO SE DESVÍAN A META! y no, no se han equivocado.

Dios mío, queda la otra mitad de la maldita U y mi respiración está en máximos históricos, como la prima de riesgo. Pensábamos que ya tocaba desviarse y se ve que no… Pasar por delante de la entrada a meta y darte cuenta que queda más de un kilómetro, no tiene precio, ni perdón. Creo que no soy el único afectado por el efecto “circuito en U” y el grupo de delante lo encuentro cada vez más cerca. Llego al giro de 180º del extremo izquierdo de la U y hago un “all-in”.

El tramo que queda es en bajada y ahora sí que hay que morir. Las piernas a molinillo, bajada suave en curva de izquierda, luego una recta de unos 300 metros y 90º a la izquierda para entrar al estadio. Hago el sprint de mi vida y supero justo en la línea de meta al último corredor del grupo que iba justo delante mío. Iba con tanta inercia que me como a varios de los corredores que ya habían llegado y estaban parados (lo siento chicos). Paro el crono en ese momento en 35’51” oficiosos. Son 4’38” menos que en la carrera del año pasado y 1’36” mejor que la marca hecha en la carrera de 7 Palmas (hace un mes y medio) y mi nueva marca personal. Estoy tan reventado que ni me paro a disfrutar. Voy a por agua y a tomar un poco de aire fuera de la multitud, eso sí, animando y saludando a la peñita que iba llegando. Saludo a varios amiguetes en la llegada, me encuentro con Iván que… bueno, ya lo contará él mismo. Aprovechamos para hacer la vuelta a la calma en el campo de fútbol y acabamos hablando con unos amigos que tienen pinta de engancharse a esto pronto.

La organización ha estado bastante bien en líneas generales, hemos salido en hora, hemos tenido masajitos post-carrera (gracias a todos) y salvo la “pequeña” pega del circuito, todo ha ido sobre ruedas (quizá un guardarropa hubiera sido el colofón). Pero se agradece que se apueste por carreras de este tipo, ya van dos ediciones y que sigan muchas más.

Acabo muy satisfecho, más por las sensaciones que por la marca. Tenía serias dudas de mi estado de forma despues de éstas semanas de entrenamiento muy irregulares y con las piernas como piedras. Este miércoles me regalo una visita al fisio a que me machaque mis patitas. Hell yeah!

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