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Cosas que me sobran en una olimpiada: La natación sincronizada

Cada vez que comento esto delante de alguien, salgo escaldao por todas partes. No se puede meter uno con la natación sincronizada oiga, es como algo sagrado. Para empezar, natación sincronizada debería ser el ejercicio de nadar de manera sincronizada (vamos, simultánea) con una o varias supuestas compañeras (en femenino si, a los chicos no nos dejan). Pero seamos serios estas tías no nadan, apenas se mueven del sitio, como mucho debería llamarse: Mantenerse en el agua de manera sincronizada.

No les quito mérito ninguno, me parece algo dificilísimo, al nivel de un concurso de baile, salsa, rock and roll o twist, con la dificultad añadida de estar rodeado de agua por todas partes y tener que respirar a veces. La diferencia evidente es que mientras el baile o la danza es pura armonía física y visual, yo aquí sólo veo chapoteos y salpicaduras.

Cuando veo algo de esto por la tele, me imagino una fiesta de fin de año, en una casa con piscina, donde la cosa se disparata y se tiran tres o cuatro, con ropa of course. No me cabe en la cabeza otro escenario donde se acabe asi en una piscina. Si yo viera a alguien con la cantidad de maquillaje que llevan éstas meterse en mi piscina (que no tengo) llamaría a la policía primero, a sanidad después y luego dejaría que un helicóptero se llevara el agua para apagar algún incendio.

Cuando una gimnasta camina hacia su aparato lo hace con la tensión, la concentración y el paso firme necesario para lograr su meta. Cuando acaba, saluda al público en un acto deportivo de recompensar a la afición su calor y a los jueces su difícil tarea. En la ¿natación? sincronizada hacen una especie de ridículo paseo militar, con un caminar estrambótico y con unas sonrisas forzadas y artificiales, que intentan hacernos creer lo bien que se lo van a pasar ahora ahí abajo haciendo apneas con aspavientos. Supongo que al ponerse boca abajo en el agua, la inundación nasal será inevitable y de ahí que usen esas pinzas, que las hace parecerse al Michael Jackson de los peores momentos. Entre pinzas, lentejuelas, floripondios, purpurinas y maquillaje estilo Carmen de Mairena, me da mucha grima mirarlas.

Yo quiero ver la cara de sufrimiento de las atletas, quiero verlas sonreír  cuando hacen el salto de su vida, llorar cuando logran su mejor marca, salir corriendo a por los compañeros cuando le dan la nota que tanto trabajo le ha costado. También quiero verlas enfadadas si no les sale el ejercicio como tenían previsto y como lo asumen. No quiero que me muestren esa sonrisa entrenada durante 6 horas diarias, básicamente porque no es suya. Afortunadamente, cuando ya les dan la nota (después de haber hecho el segundo paseo de sonrisa sincronizada) ya se relajan y se las ve naturales.

Yo no conozco más deportes donde se actúe de esta manera, esto me parece más un espectáculo que un deporte y qué queréis que os diga, el circo del sol me parece mil veces más espectacular y más entretenido. Será por eso que esto se ve cada cuatro años, y lo otro cuelga el “no hay billetes” allá donde va.

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