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Desnudando la Behobia

A continuación subo la crónica que José Lobillo ha escrito de su segunda aventura en la popular carrera. ¡A ver si lo convencemos y nos regala más experiencias en el futuro!

¿Qué es la BEHOBIA–SAN SEBASTIÁN? Estoy convencido que un gran número de amantes del running conocen o han escuchado hablar con admiración de la mítica carrera Behobia-SS. Esta 49ª prueba ha sido mi segunda participación como corredor popular, y me gustaría ofrecer unas humildes pinceladas de mi experiencia y del valor humano de este evento que me ha robado mi corazoncito runner. Algunos datos muy generales de esta prueba, para hacerse una idea de sus peculiaridades, son los siguientes:

  • Recorrido. Aproximadamente unos 20 Km, distancia no homologada, pero siempre comienza y termina en los mismos puntos de Behobia y Donostia.
  • Perfil de la carrera. Una subida de 2,5 Km (el Gaintxurizketa), zonas de toganes rompiernas que parecen no tener fin y una subida de 1000 m (el Alto de Miracruz) en el Km 16 de carrera. Un recorrido muy duro y exigente.
  • Climatología. O lluvia (casi garantizada); o fuerte viento; o frío. O todo junto.

Perfil

Pues bien, a pesar de no ser una media maratón, de tener un perfil terrorífico y una climatología espartana, esta 49ª Behobia ha tenido más de 28000 inscritos. Da qué pensar, ¿no?

Aseguran muchos maratonianos que una vez en la vida hay que participar en la maratón de New York; y eso a pesar de no ser el que mejor recorrido, perfil y climatología posee. Yo estoy convencido de que si te gusta correr –da igual tu nivel y tus marcas-, tienes que comprobar por ti mismo qué es y qué se siente al formar parte como corredor de una Behobia-San Sebastián. A continuación ofrezco un sencillo compendio capitulado de mi viaje a tierras vascas y de los aspectos que me resultan más seductores para caer en la telaraña de la Behobia.

I. SAN SEBASTIÁN/DONOSTIA.

Un gran aliciente para participar en la carrera es la oportunidad de conocer esta bellísima urbe, a orillas del mar Cantábrico, de la que no cuesta mucho enamorarse. No me voy a poner en modo “guía turística”, pero señalar que el Paseo de la Concha es un lugar inigualable y que su gastronomía te arrastrará sin remedio hacia la gula más placentera y pecaminosa.

Donostia

II. EL AMBIENTE PRECARRERA.

Llego a Donosti a las ocho y media de la noche del viernes 8 de noviembre de 2013, procedente de Las Palmas de Gan Canaria. Deshago la maleta en la misma pensión donde me alojé en el 2012, un sitio pintoresco con habitaciones limpias y cómodas, muy familiar y enclavado en plena Alameda del Boulevard: un lugar de privilegio para un runner, pues aquí se enclava el arco de meta de la Behobia. No hay nada como llegar destrozado, recoger la mochila en el ropero y pegarse una ducha de agua caliente en apenas cinco minutos.

Esa misma noche he quedado con los miembros de mi equipo, la Bolsa del Corredor – Diario Sport de Barcelona, en la sidrería de un pueblo en el extrarradio de Donosti. Me recogen Francis Campos y David Bautista –flamantes y exitosos debutantes en el Frankfurt Maratón apenas doce días antes-, junto a las guapísimas Rocío y Laura. La bodega es un caserío y está hasta los topes, pero nos han guardado sitio en una de sus largas mesas, pues entre corredores y acompañantes teníamos una reserva de treinta y tantos comensales.

Durante la estupenda velada pude desvirtualizar a muchos componetes de la BC Team, además de saludar a los miembros que conocí este verano en Lanzarote. Prefiero no hacer valoración alguna de la sidra, la tortilla de cola de bacalao, la merluza, el chuletón y los postres (tejas, cigarritos y queso con carne de membrillo), y es que ningún adjetivo calificativo puede llegar a estar tan sabroso. Esto es lo bueno de comer siempre tan sano (fruta, verdura, pasta, arroz… ), cuando pruebas algo bien cocinado y con magnífica materia prima, el sabor se multiplica por veinte en tu paladar y terminas teniendo un orgasmo sensorial –ejem-. Fui uno de los más comedidos del grupo y llegué a la pensión a las tres de la mañana. Sin duda una noche imborrable.

A la mañana siguiente nos encaminamos al Velódromo de Anoeta, donde se encuentra ubicada la Feria del Corredor. Recogemos los dorsales con gran fluidez y curioseamos entre los stands. El ambiente y el escenario son inmejorables.

III. LA ESTRATEGIA.

Establecer objetivos objetivos es algo realmente complicado. Ser demasiado ambicioso o demasiado humilde puede dejar un sabor agridulce al final de la prueba. Teniendo en cuenta mi estado de forma y la preparación hacia mi debut en enero en la Disa Gran Canaria Maratón 2014, y contando que las carreras de 10 Km que he disputado desde septiembre se han saldado, una tras otra, con MMP, me he decantado por apostarlo todo a una carta: voy a seguir a la liebre que habrá en mi cajón de salida (el color verde), y que marcará 1h20’. Teniendo en cuenta que el año pasado mi crono fue de 1h25’, se puede considerar una locura, aunque mi lado cuerdo me consuela diciéndome que si en el Km 10 voy sufriendo, bajaría el ritmo para no tener una petada monumental y conservar posibilidades de mejorar marca.

Pero, ay, todas las carreras son perfectas en nuestra mente o sobre el papel, en las tripas de una calculadora o en los valles de una gráfica, pero la carrera siempre –siempre- termina por colocarnos en nuestro sitio.

IV. LA CARRERA.

10 de noviembre de 2013. A las 7:00 am desayuno en la habitación de mi pensión un buen trozo de bocadillo con jamón cocido, un zumo de naranja y una barrita de cereales. Hasta las 10:03 no tengo la salida, de modo que tendré la digestión garantizada.

Me encamino hacia la estación de RENFE y me apretujo en un vagón de tren con todo tipo de corredores, de todas partes, con acentos de muchas regiones además de muchos franceses. Los hay de todas las edades y condición: amantes del minimalismo o de los gadgets, corpulentos tipos acostumbrados a la montaña o afilados pisteros, semiprofesionales y joggers… Todos con la ilusión de participar en la Behobia y alcanzar la meta con los brazos alzados.

En menos de treinta minutos llegamos a Irún, donde la organización nos conduce a buses lanzadera que nos alcanza a las afueras de Behobia. Desde aquí unos diez o quince minutos caminando con tranquilidad y llegamos al lugar donde se dará la salida, una extensa explanada con estación de servicio y una hilera de camiones que sirven de guardarropa.

Salida

A diferencia del 2012, el cielo está encapotado pero no cae el Diluvio Universal, lo cual consigue un fantástico y colorido ambiente festivo con miles y miles de corredores que van de un lado a otro. Encuentro a algunos componentes de la Bolsa del Corredor y nos hacemos la foto de grupo. Me pongo a calentar con ellos hasta completar 3 Km con algunos progresivos finales.

BC Team

Quince minutos antes de la salida me recluyo en mí mismo, me concentro en la carrera y me coloco en la parte delantera de mi cajón –o corral, como dicen en otros lugares-. Para relajarme un poco en esos momentos de tensión, siempre realizo un chistoso juego para motivarme: busco a mi antagonista, un rival acérrimo al que tengo que batir a toda costa. En esta ocasión me fijo en alguien con equipación completa de atletismo. Es más bajo que yo, pero el doble de ancho y con músculos hasta en las orejas. Está totalmente rapado al cero y tiene un gesto de determinación que asusta, está dispuesto a devorar cada kilómetro del recorrido sin masticarlos siquiera. Las arterias de sus piernas están a punto de estallar. Decido bautizarlo como Terminator, y memorizo el número de su dorsal.

En medio de la música a toda pastilla un DJ anima al público y la atmósfera es electrizante. El viento pega fuerte pero sigue sin llover. Por fin comienzan las salidas escalonadas. Mi cajón es la tercera oleada de las diecinueve previstas. Como comenté antes, las estrategias están muy bien en el papel, pero después te encuentras con una infinidad de variables e imprevistos que no podemos controlar. Busco el banderín de la liebre de 1h20’ y no está por ninguna parte. No me lo puedo creer, la primera en la frente. Decido enrabietado ir a 4:00 el kilómetro y localizo al Terminator cerca de mí. Estoy dando saltitos y nuestro turno es el siguiente…

Cuatro… Tres… Dos… Uno… ¡Pum! Activo mi cronómetro y salgo disparado desde la segunda o tercera fila. En los primeros compases intento buscar un hueco en un lateral y acompasar mi ritmo. Comienza a pasarme una oleada ingente de corredores, pero controlo que no me arrastren con su estampida, porque a muchos se les acabará el fuelle en pocos kilómetros. De repente el Terminator pasa a mi lado como una exhalación… Pero aún queda mucho para echarle el guante.

Pistoletazo de salida

Km 0-2. Recta totalmente llama que discurre junto al río Bidasoa. Voy a 3:55 y decido disminuir el ritmo a pesar de que no paran de adelantarme gente. Hemos salido 2500 runner con dorsal verde. Se nota el viento pegando de cara.

Km 2-4. La carrera discurre por el centro de Irún con una subida de 200 m al inicio. Ahora cuesta trabajo avanzar con soltura por la densidad de participantes (muchos de ellos son los que salieron como balas y ya van asfixiados). Sigo a un veterano atleta de Hernán que se mueve con soltura y va recriminando a los que se cruzan sin mirar. Mantengo el ritmo a 4:03 y el público es muy numeroso.

Km 4-6. En cuesta la primera parte –unos 300 metros- y después pequeñas subidas y bajadas por Ventas de Irún. La gente anima sin parar y voy manteniendo a 4:02. Aclarar que mi reloj es un sencillo Garmin Forerunner 110, el cual tengo configurado para que me ofrezca en pantalla el tiempo de carrera, la distancia recorrida y el ritmo general acumulado; por lo que no puedo saber el ritmo en cada kilómetro. Pero bueno, ya me acostumbré a correr así y me controlo bastante bien. Creo que fue en este tramo cuando, entre los miles de corredores, alguien del público me reconoció del encuentro de la sidrería y me dijo algo así como “¡Vamos ese canario de la BC!”. Menudo subidón. Aunque no recuerdo vuestro nombres por culpa de mi memoria de pez… ¡Muchas gracias!

Km 6-8,5. El alto de Gaintxurizketa es todo subida sin descanso. Porcentajes suaves al principio que se van endureciendo progresivamente. Justo al comienzo ya diviso al Pirata, que se ha convertido en uno de los símbolos de esta carrera. Se trata de Jaime Alzugaray, y todos los años aparca su furgoneta con música heavy a todo volumen, mientras él, vestido de bucanero, anima y agita la ikurriña y la bandera negra con la calavera y las dos tibias cruzadas. En este punto decido incrementar el nivel de esfuerzo para no perder mucho tiempo en la subida. Dos corredores de trail del mismo equipo pasan a mi lado y me engancho a ellos. Supongo que esta cuesta será pan comido para ellos… Pero 500 metros más arriba los dejo atrás y sigo avanzando con la respiración agitada y luchando contra el viento. Al coronar la cima mi ritmo ha caído a 4:07. Me lo tomo con resignación y sigo adelante.

Km 8,5-12. La carretera de Lezo es la zona de los toboganes, repechos de 50 a 100 metros de larga, auténticos rompepiernas. Muchos runners se tiran a tumba abierta en las bajadas, pero yo las controlo para no sobrecargar los cuádriceps y mantener velocidad en las subidas. El ritmo baja lentamente hasta 4:04. En el Km 10 me tomo el gel que llevo encima con varios sorbos de agua. El público sigue alentando nuestra marcha y el viento en contra no cesa ni un instante. ¿Dónde se habrá metido el Terminator?

Km 12-16. Al puerto de Pasajes lo llaman “El Desierto” por la escasez de público. Es totalmente llano, suelo irregular y algunos raíles. Llegados a este punto sin cuestas, mi terreno predilecto, me transformo en un enterrador: a partir de ahora y hasta el final de la carrera sólo recogeré cadáveres. Me pongo en velocidad crucero y empiezo a adelantar a corredores a mansalva. Imagino que iré por debajo de cuatro minutos por kilómetro, pues el ritmo total baja a 4:02. ¡¡¡Vaaaaaamos!!!

Km 16-18. El Alto de Miracruz es una dura subida de un kilómetro, tras la cual se desciende por la avenida de Ategorrieta hacia San Sebastián. En este punto tuve que tomar una importante decisión. No quería perder tiempo (el año pasado la ascensión se me hizo interminable), pero tampoco quería desfondarme en la subida. Finalmente apreté los dientes y decidí que ya era hora de sufrir de verdad. Aquí el público te lleva en volandas, abarrota las aceras y no para de animar: “¡Aúpa José! ¡Oso ondo!” Voy lanzado cuesta arriba y me abro camino por uno de los laterales buscando hueco y el calor de los espectadores. Lo estoy dando todo… ¡Y antes de darme cuenta he llegado a la cima! En la bajada me relajo e intento recuperar el resuello. Hecho un vistazo al Garmin… ¡¡¡Y marca 4:03!!! Sólo he perdido un segundo de ritmo. No estoy para tirar cohetes, pero aún tengo al alcance de la mano la ansiada marca de 1h20’.

Marabunta

Km 18-19. Recta hacia la playa de Zurriola por la avenida de Navarra, atravesando el barrio de Gros. Al llegar a terreno llano decido volver a sufrir al máximo y subo un punto de intensidad en la zancada. Desde aquí a meta el público es innumerable y su apoyo compensa las fortísimas rachas de viento que impide nuestro avance. De repente, oh sorpresa, alguien me adelanta. No, no es Terminator, pero no puedo evitar una sonrisa al ver una tortuga dibujada en la camiseta del único runner que ha osado atacarme en varios kilómetros. Pero yo sigo a lo mío, al límite de mis fuerzas, manteniendo el esfuerzo constante, hinchando el pecho con bocanadas de aire, braceando con fuerza para coger impulso, inclinando el cuerpo hacia delante para que la gravedad me ayude a avanzar… Y entonces comienzan las rachas de viento huracanado. Concretamente una me deja prácticamente clavado y sujetándome la gorra para que no volara. Hecho una ojeada al Garmin y veo un 4:02 que me infunde optimismo.

Km. 19-20. Avenida de la Zurriola, con el Palacio de la Kursaal a la derecha, Puente del Kursaal y todo recto hasta la Alameda del Boulevard. Tras el kamikaze giro a la izquierda, por fin me enfrento al último kilómetro de la Behobia. ¿Cuál es la diferencia entre el sufrimiento y la agonía? Tras dos años de duro entrenamiento y pruebas de 10K y media maratón, ya tengo una ligera idea. Ahora mismo creo que soy capaz de agonizar durante cuatro minutos sin sufrir un desvanecimiento, de modo que aprieto los dientes más fuerte aún y corro a muerte, sin reservas, alargando el paso y la frecuencia. La cantidad de público que vocifera y alienta es impresionante, más aún cuando vas a tumba abierta y grita tu nombre para darte fuerzas, para trasvasarte la energía suficiente para que tu triunfo también sea un poco el suyo. Sigo dejando atrás a racimos de corredores, avanzando por un lateral, casi rozando a los espectadores, cuando dos atletas me cierran contra las vallas, y a pesar de pedirles paso, me ignoran y tengo que frenar y echarme a un lado para esquivarlos. Faltan 500 m y el Garmin me chiva que voy a 4:01. Los síntomas de la agonía son cada vez más fuertes: los pulmones me arden, las piernas se vuelven pesadas, el dolor es un todo que me envuelve y me obliga a jadear con fuerza y lanzar algún que otro gemido bastante intenso. Mi rostro de corredor hierático se vuelve “regañao” (como diría el señor Robaina). Tengo a Pulgarcito dándome ánimos en un hombro y al tío del mazo mirándome con una sonrisa ladina en el otro. No puedo más. Sólo otra zancada. Una más. Y otra.

Agonía

Ya no pienso con claridad, pero a cincuenta metros por delante hay un tipo con –por lo menos- quince kilos de peso más que yo, y aprieto para alcanzarle. Ya cualquier estupidez sirve a motivación. El viento en contra pega una barbaridad. Levanto la cabeza… ¡Y creo divisar al Terminator! Los últimos doscientos metros son brutales, pero le doy alcance para descubrir que no es él. En el Garmin veo un 4:00 y los metros finales los hago completamente extasiado, como si fuera en una nube y sin las típicas arcadas que me suele provocar el límite de la agonía. El display de meta pone 1h22’, y por unos instantes me quedo de piedra, no me cuadran los tiempos, aunque de inmediato comprendo que mi cajón salió tres minutos más tarde del tiempo oficial. Compruebo mi cronómetro y marca ¿1h19’17’’? No me lo puedo creer. Lo celebro conmigo mismo y saludo a los jadeantes corredores que están a mi alrededor. La satisfacción de haberme superado a mí mismo me hace olvidar el cansancio por completo.

Y ahora es cuando se puede comprobar otra de las grandezas de la Behobia. La formidable organización y el exquisito trato del primero al último en llegar, te hacen sentir como si hubieras sido el ganador. Me quitan el chip de la zapatilla, me colocan la medalla y me dan bolsas de avituallamiento. En dos minutos ya tengo hasta mi mochila del guardarropa. La carrera ha terminado y estoy eufórico, casi me dan ganas de seguir corriendo –es broma- y de ponerme a bailar breakdance en el suelo –ejem-. La 49ª Behobia-San Sebastián ha finalizado para mí, aunque aún quedan un par de horas para que lleguen el resto de participantes y sientan el orgullo de ser finishers, de atravesar la meta como auténticos campeones. Ese momento no se puede describir; hay que vivirlo.

V. LA POSTCARRERA.

Tras ducharme y mientras picaba algo en la pensión, recibo la inesperada llamada de Amagoia, una amiga de Canarias que ahora vive en Amurrio, y que ha venido a ver la carrera y a animarme. Paso un rato entrañable con ella y su familia, disfrutando del gran ambiente que hay en el casco antiguo. Qué ilusión encontrarlos, en verano volveré a verlos en Gran Canaria.

Respecto al resultado final de la carrera, decir que ganó Pedro Nimo del Oro en categoría chicos y Claudia Behobide en las valientes chicas. También comprobé que el Terminator llegó a meta treinta segundos antes que yo, de modo que, desde el cariño de esta crónica, ¡ENHORABUENA CAMPEÓN!

Esa noche me toco cenar en solitario, pues la mayoría del equipo se marchaba a Barcelona esa misma tarde. Y mientras tomaba pintxos en un coqueto sitio de la calle San Martín, la dueña me dio una noticia que ensombreció mi sonrisa y mi estado de euforia: una chica de veintinueve años había fallecido a dos kilómetros de meta. Desde estas líneas mi pequeño homenaje a A.E., todo mi cariño a su recuerdo y a su familia y amigos. Cuando sucede algo así me quedo sin palabras. Aquí os dejo un enlace a la emotiva crónica del ganador de la carrera, Pedro Nimo, os aseguro que merece mucho la pena leerla porque expresa los sentimientos de todos ante lo sucedido y refleja en su crónica la humildad de un auténtico campeón en todos los sentidos:

Pedro Nimo

VI. LA BOLSA DEL CORREDOR – DIARIO SPORT DE BARCELONA

Hace apenas tres meses que pertenezco a este club y ya me siento parte de la familia. Desde el primer momento me han acogido con gran cariño, y quiero expresarles mi gratitud a Joan, Francis, David Bautista, Rocío, Laura, David Aouita, Sandra, Alfonso, Miquel, Carlos… Y a todos aquellos que he conocido en persona este fin de semana y que mi memoria –no ya de pez sino de mosquito- me impide plasmar aquí sus nombres. Y mención especial a José Castilla, el fantástico atleta e infatigable entrenador de la BC que está logrando que rompa algunas marcas y barreras que antes creía inalcanzables. Aquí están los sensacionales resultados del equipo en la 49ª Behobia-SS:

Clasificación Behobia

VII. CONCLUSIONES.

Para los amantes del “What if…”, señalar que el bloguero Gabriel Beldarrain ha confeccionado una genial entrada sobre la influencia del viento en esta edición de la Behobia, elucubrando una pseudocientífica teoría con comparativas de atletas y marcas que, con gran veracidad, llega a la conclusión de que se debería restar un 2,71% del tiempo final para obtener la marca sin viento. Siempre es interesante cualquier conjetura para mejorar marca sobre el papel. Aplicando el hallazgo del profesor Beldarían, a un humilde servidor le saldría un crono de 1h17’08’’. ¡Bueno, parece que ya tengo reto para el próximo año!

Mientras termino de confeccionar esta crónica, voy recopilando algunos datos finales ofrecidos por la organización. En esta 49ª Behobia-SS se inscribieron más de 28000 corredores (destacando los 8000 guipuzcoanos, 4500 catalanes, 2500 navarros, 2500 madrileños, 2300 franceses y un grupo de 400 holandeses). Llegando a meta 23590 runners de los 23617 que finalmente tomaron la salida. Señalar las 1800 descalificaciones por salir antes de tiempo. También me han llegado noticias de que a una determinada hora se agotaron las medallas de finisher que tan amablemente te cuelgan en meta. La organización se ha apresurado a señalar una dirección de correo electrónico para comunicar el caso y mandarla por correo postal (que cada uno lo valore como le parezca oportuno, pero qué duda cabe que es un detalle feo). El excedente de los avituallamientos, unos 845 Kg., serán destinados al Banco de Alimentos de Guipúzkoa.

Soy consciente de que he confeccionado una crónica bastante extensa, pero os aseguro que no he relatado ni una quinta parte de todo lo que podría contar de mi estancia en Donosti. A veces pocos días dan para mucho.

Espero que leyendo estas líneas te entre el gusanillo y te apetezca participar el próximo año en esta inigualable carrera, porque la próxima edición será única e histórica: en el 2014 se celebrará la 50ª Behobia-San Sebastián.

Finisher

Yo haré todo lo posible por estar allí… ¿Y tú?

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